Como siempre y de vez en cuando, otra delicia a la cual Dino nos tiene acostumbrados; ese vacano sigue fijo engrosando la lista de mis blogs preferidos y para El siempre felicidades por esa sapiencia innata y facilidad para escribir...
Siempre he tenido la costumbre de salir del trabajo corriendo para mi casa. Par de razones para eso:
1) No me gusta andar con corbata y camisa.
2) No me gusta sentarme en el trono en ningún lugar que no sea mi baño.
Entro a mi apartaestudio; la humedad, eso verde ahí en esa pared es moho, me da la bienvenida. No soy de los que limpian todos los días, esa aséptica costumbre, bordeando la demencia, se la dejo a mi mama y tías; tampoco me pasan dos meses sin pasar el suape y rociar Lysol; ahora bien, este aroma a cosa guardada, a cueva de Santa Ana, no es mi culpa, bastante que fumo y enciendo inciensos para palearlo, pero estos edificios dominicanos diseñados y supervisados por inversionistas tacaños en lugar de arquitectos e ingenieros, además de feos, de ser cajas de cemento, presentan irregularidades tempranas, filtraciones creando continentes en el techo, y es muy possible que al mes de uno mudarse, durmiendo en su camita, orgulloso de salir de la casa paterna o de una pension en la calle El Conde, lo despierte una gota constante, o varias, o un chorro repentino de agua parda proveniente de la tuberías encargadas de encauzar los detritos de los animales de las plantas de arriba hacia el bello río Ozama.
Teléfono, lo levanto quitándome la corbata, por cierto, muy linda, amarilla, incómoda eso sí, asfixiándome un poco más cada día eso sí, provocando un dolorcito de cabeza de dos tylenoles a las dos de la tarde eso sí, pero linda eso sí.
“¿Aló?”
“Hola Dino, tú me gustas mucho.”
No acostumbrado a los piropos, las raras veces que escucho uno dirigido a mi persona pienso en la burla.
“¿Quién e?”
“Una admiradora secreta, que sueña contigo.”
“¿Cómo e la vaina?”
“Es que me gustan mucho tus ojos, tan grandes, quiero tener un hijo con esos ojos.”
“Ah bueno...”
Y así las cosas, todas las tardes al llegar a mi casa. Después de más de una semana recibiendo esa llamada anónima, halagadora eso sí, phone sex baby yeah, decidí poner fin a las mentiras; no me importaban tanto los cumplidos, el ego los añoraba, pero yo y lo platónico no nos llevamos. Qué cojones los de Platón, love from afar, es verdad lo que dijo De Quincey, Platón no era más que un perro inteligente, y de seguro impotente.
“Ya tenemo ma de una semana en eto, vamo a veno.”
“Cuando tú quieras lindo.”
“Tú debe viví bien cerca porque siempre tú llama cuando yo llego del trabajo.”
“Cerquita tuyo lindo.”
“Cómo tú te llama?”
“Verónica.”
“¿Verónica? Por aquí no vive ninguna Verónica.”
“Claro que sí, vivo justo frente a ti lindo.”
“¿Veroniquita? ¿La hermanita de Rafael?”
Y era Veroniquita, la hermanita de Rafael; una niña que yo había visto crecer frente a mis ojos, especialmente esos ultimos meses; las tetas creciéndole un chin más cada vez que se tocaba los pezones desnudándose frente al espejo; el culo creciéndole un chin más cada vez que iba al colmado y los padres de familia detenían el dominó con sus malos pensamientos; las ganas de estar desnuda con un hombre depravado aumentando un chin más cada vez que despertaba. Las hormonas le tenían el cerebro secuestrado. Ay colegiala, mango orgánico para chupar hasta la semilla, carnada de cárcel, y muerte.
Pensando qué pensarían, y dirían, y harían mi mamá, mis amigos, mi hermana casi comadre que me había pedido ser padrino de mi sobrina, mi pana Rafael, el papá de Rafael que tenía una pistola, la policía, algún fiscal, los presos de La Victoria, decidí luchar contra la lujuria, y le dije a Veroniquita que si me llamaba otra vez se lo iba a decir a su hermano. No soy un santo, en ese momento maldije la era moderna, con sus leyes tratando de proteger a las teenagers-craving-hardcore-sex de hombres de mi edad; deseé que el tiempo pasara y ella ya tuviera 18 años. Sí, con 18 años se van mis escrúpulos; si alguien es lo bastante adulto para votar, y elegir a un ladrón como presidente, también ya puede mamármelo.
Picture Keyra Augustina
Via: blogworkorange
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